El tormento más oscuro by Gena Showalter

El tormento más oscuro by Gena Showalter

autor:Gena Showalter
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins, S.A.
publicado: 2016-12-14T17:15:20+00:00


Katarina evitó a Baden mientras comprobaba el estado de la gente que se había preocupado de ella mientras estaba sufriendo por la muerte de sus perros. Algunos estaban mejor que otros, pero… vaya. Los inmortales podían sufrir heridas tan graves como las de los seres humanos. ¿Quién iba a imaginárselo?

–He visto la cara de Baden –dijo Maddox, que se había colocado junto a la camilla de su mujer, y tenía a su hija en el regazo–. Nos va a dejar otra vez.

A Katarina se le aceleró el corazón. Mientras acariciaba a los perros, le dijo al guerrero:

–Si quiere marcharse, no intentes detenerlo.

Maddox la miró fijamente.

–¿Qué eres tú para él? ¿Y para nosotros? Lo has calmado una vez. No tienes por qué decir cómo debemos tratarlo.

Ay. Vaya modo de ponerla en su sitio.

Ashlyn le dio un golpe en el brazo.

–¡Grosero!

–No te casaste conmigo por mi delicadeza –le dijo Maddox, mordisqueándole los dedos.

Katarina se echó el pelo por detrás del hombro.

–No tengo por qué ser nadie para Baden, ni para vosotros, para saber que unos barrotes de acero no son lo único que puede crear una cárcel. Queréis a Baden, y seguro que no deseáis que albergue ningún resentimiento hacia vosotros. Por lo tanto, tenéis que dejar que se marche.

Y ella también tenía que dejar que se marchara. Estaba segura de que él la iba a dejar en cualquier sitio en cuanto terminara allí. Había oído que le juraba lealtad a Aleksander, y creía que era una fulana sedienta de poder. Le dolía mucho, porque el hombre que la había abrazado y la había consolado ni siquiera le había concedido el beneficio de la duda. No le había pedido que le contara su versión de la historia. Pues, bien, ella no iba a darle ninguna explicación. Podía pensar lo peor.

¡Gracias a Dios que no se había acostado con él! Un hombre que pensara que tenía razón todo el tiempo y que no prestara atención a sus deseos no merecía su atención.

Y, sin embargo, sentía decepción por no haber podido adiestrarlo y por no haber podido curar la hipersensibilidad de su piel. Y pensar que no iba a volver a verlo la dejaba hundida. Bueno, ¡él se lo perdía! Ella le habría hecho feliz.

–Es alguien especial para él –dijo Ashlyn–, y tú lo sabes. Todos lo sabemos. Puede dar su opinión.

Antes de aquello, ella misma habría pensado que tenía algo de especial para Baden. Sin embargo, ya no podría averiguarlo nunca.

–No. Maddox tiene razón. Yo no tengo nada que decir sobre Baden. Voy a volver a mi casa. Os echaré a todos de menos –dijo. Las mujeres de aquella casa eran encantadoras.

Se preguntó si podría seguir teniendo relación con ellas.

–Espero que nos mantengamos en contacto –añadió, dándole un suave apretón a Ashlyn en el pie–. Podéis encontrar mi número en la guía telefónica.

A los niños, les dijo:

–Voy a llevarme a los perros. Podéis ir a verlos…

–Por encima de mi cadáver –le soltó Urban.

–Sí –corroboró la pequeña Ever, asintiendo, mientras sus rizos dorados rebotaban junto a sus sienes–.



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